martes, 15 de mayo de 2007

BIOLOGÍA DEL AMOR

Ha sido ampliamente difundido y comentado el reportaje de la Revista National Geografic de Febrero de este año en relación a un concepto que desde hace tiempo se viene comentando en las asombrosas revelaciones sobre la bioquímica del amor. Aunque suene increíble a nivel de la química cerebral, la pasión en el amor y las enfermedades mentales son indiferenciables. Pues, la etapa del enamoramiento provoca tal liberación de sustancias químicas que ocasionan de manera persistente hiperactividad, imprudencia y exaltación. Los enamorados pueden estar mucho tiempo sin descansar, hacer el amor toda la noche, conversar sin cansancio, imaginar mil cosas y prometer cosas que después son incapaces de cumplir. Se fija la persona amada y todo lo que se relaciona con ésta se vuelve imperecedero. Las moléculas del cerebro mandan señales al cuerpo que hacen sentir cosquillas en el estómago, y con una energía desmedida se toman decisiones precipitadas, volviendo a personas “centradas y cuerdas” en irreflexivas y excesivas. Con los pensamientos de sobrevaloración, aparecen importantes necesidades del otro. Más específicamente, el enamoramiento posee un perfil químico cerebral semejante al del trastorno obsesivo-compulsivo o al de las adicciones a sustancias como la cocaína.Sin embargo, también se ha descubierto, que pasados algunos meses o años, el cerebro no puede seguir manteniendo el nivel de actividad cerebral propia del enamoramiento y que la pasión se acaba y que las personas, contra su voluntad, irremediablemente recuperan la cordura. Por eso, hay que prepararse para ello. No asumir con espanto que el amor desmedido al volverse cauto se acaba, ya que la naturaleza es sabia y el cerebro es capaz de producir los neurotransmisores necesarios para las conductas y emociones básicas requeridas para las relaciones estables. Éstos actuarían promoviendo la amistad, la intimidad y la complicidad, y son los mismos que se liberan al amamantar o durante el orgasmo. Así, van surgiendo la calma, la seguridad, la confianza, los afectos profundos, los sentimientos de conexión, el acoplamiento, la capacidad para contactarse y tantos otros aspectos básicos de los vínculos a largo plazo.Pero también es cierto que en la vida, como en el cerebro, la constancia y simultaneidad es más bien rara, la presencia del estado de enamoramiento en el organismo puede ser tan prolongada como efímera, distintas de persona a persona o en distintas etapas de la vida, con resultados que pueden ser buenos como difíciles de sobrellevar en pareja. O sea, es posible sentir un profundo cariño por el cónyuge de toda la vida mientras se está locamente enamorado de otra persona, como también es absolutamente factible conjugar la fogosidad con la constancia en una sola persona.La química del cerebro nos dice que las personas que se vuelven adictas o enloquecen de amor deben buscar apaciguamiento, y el amor duradero requiere de una gran capacidad creativa, que permita al mismo tiempo conductas que activen atracción a nivel cerebral como la mantención de un apego estable. Saber combinar lo mejor del enamoramiento, sin perder la razón, con lo mejor de los afectos a largo plazo, sin aburrirse, es la clave.

Por tanto el intento de una vinculo a largo palazo es una decisión diaria que da paso a que el cerebro trabaje generando sustancias que permiten que esto se cumpla. Sin que usted lo sepa el equilibrio entre la pasión y la razón viene de su propio cerebro, pero aún así no es malo darle una pequeña ayuda.

1 comentario:

Unknown dijo...

Creo que muchos de nosotros nos sentimos identificados con la explicación biologicista del amor en el artículo, cómo en este proceso autónomo e independiente de la razón, del cual solo somos conscientes y por ende capaces de reflexionar ante este acontecimiento en el momento que se expresa a través de nuestras sensaciones físicas para luego dar paso a nuestras emociones, condicionándonos de esta forma a actuar de determinada manera, en este caso “perder la razón”, como esta locura temporal nos hace sentir dueños del mundo, descubriendo o reexperimentando la confianza en nosotros mismos en el momento en que nos sentimos atraídos y a su vez atractivos para otro, desde este punto de vista “viva la inconsciencia” que tanta falta nos hace en estos tiempos, por supuesto y sin perder de vista su justa medida