martes, 15 de mayo de 2007

SALUD MENTAL EN EL TRABAJO

Los problemas de salud mental son comunes y constituyen una causa frecuente de incapacidad y pérdida de días de trabajo y de productividad. El estrés, así mismo, es un fenómeno creciente y representa un proceso psicofisiológico multicausal. El estrés es un factor de riesgo significativo de enfermar mental, pero también de otras enfermedades y de accidentabilidad, por lo cual es de interés para la salud ocupacional. El trabajo permite promover la salud mental de las personas, pero también puede representar riesgos.

Para la mayor parte de las personas el trabajo es un medio para satisfacer múltiples necesidades, no sólo de subsistencia, sino, además, sociales y de realización personal. Es a través del trabajo que la mayoría de los adultos adquiere y enriquece un sentido de identidad personal. La pérdida del trabajo suele ser, en sí misma, un factor de riesgo de enfermar. El trabajo, entonces, tiene un papel positivo para la salud de las personas. Sin embargo la salud mental implica más que la mera ausencia de enfermedad mental, involucrando un amplio rango de conductas, emociones, cogniciones y aptitudes. Las personas psicológicamente saludables pueden presentar síntomas emocionales en ciertas circunstancias, pero éstos son apropiados y proporcionados a dichas situaciones.

Los potenciales factores de riesgo para la salud mental son diversos y pueden derivar de las condiciones de trabajo, por una parte; y de la vulnerabilidad de ciertos individuos o grupos por otra. Las condiciones de trabajo incluyen aquéllas directamente relacionadas con las condiciones y organización del trabajo y las condiciones del sistema social y económico que tienen impacto en la actividad laboral. La relación entre las diversas dimensiones de la vida laboral que pudieran influir sobre la salud mental de las personas en el trabajo es dinámica e interactiva. A la relación entre aquellos factores propios del trabajo y la salud se debe agregar aquélla que se produce entre el trabajo y la vida personal, familiar y social del trabajador, así como aquélla entre el ambiente y las vulnerabilidades psicológicas y genéticas de cada individuo.

El estrés, como factor de riesgo, está relacionado con la morbilidad mental, pero también con otras enfermedades y con la accidentabilidad, tanto en el trabajo como en la vida diaria. El estrés es un fenómeno frecuente en todos los grupos humanos. En el ámbito laboral, debido a sus repercusiones sobre la productividad y bienestar de la fuerza laboral, adquiere relevancia. Se produce estrés cuando existe una discrepancia importante entre las capacidades del individuo y las demandas o exigencias del medio. Del mismo modo, puede producirse estrés cuando la discrepancia que existe entre las expectativas que la persona tiene y lo que su realidad ofrece es significativa. El estrés, entonces, es producto de la interacción entre el individuo y su medio ambiente, estilo de vida, relaciones interpersonales, temperamento, vulnerabilidades biográficas y biológicas; y se asocia a diferentes situaciones, conflictos, pérdidas o amenazas que lo impactan en determinados momentos o períodos de su vida. Una de las dimensiones importantes en la vida de la mayoría de las personas adultas es el trabajo y, por lo tanto, en ese escenario, el laboral, también ocurren hechos, existen situaciones y se generan riesgos que pueden manifestarse por síntomas de estrés.

El estrés ocupacional, por lo tanto, es consecuencia de múltiples factores causales, incluyendo el ambiente físico, trastornos de las funciones biológicas, la carga, el contenido y la organización del trabajo, en interacción con todos aquellos otros componentes o dimensiones de la vida de cada individuo que no dependen necesariamente del trabajo.

Por tanto las acciones de promoción y prevención deben estar enfocadas sobre el individuo, la organización o ambos. La promoción y prevención primaria implican estrategias de nivel primario en donde las organizaciones y empresas pueden tener un papel significativo respecto de sus trabajadores.

El objetivo global de la promoción de la salud mental es que los trabajadores tengan un mayor grado de control sobre su salud y bienestar, así como sobre las condiciones de trabajo que inciden en aquéllas, mejorando a la vez el ajuste con su medio ambiente humano y material. La promoción de la salud mental debe enfatizar los aspectos saludables del trabajo y privilegiar la prevención primaria, en contraste con la detección de enfermedades y su tratamiento y rehabilitación. Estas acciones de promoción deben estar dirigidas principalmente a los trabajadores sanos, incluyendo a aquéllos síntomas inespecíficos de estrés, en todos los niveles de las organizaciones. Más allá del estado de salud de los miembros individuales, las estrategias de promoción y prevención primaria deben dirigirse hacia el objetivo más amplio de lograr organizaciones saludables.
La promoción de la salud mental involucra cambios en valores, actitudes y comportamientos en los individuos y, por lo tanto, cambios en la cultura de la organización. Es requisito el compromiso de los líderes de la organización y la participación de los trabajadores en todos los niveles. Las actividades de promoción de la salud mental pueden desarrollarse localmente, en cada empresa u organización individual y como un componente más de programas existentes o que se desea introducir. La introducción de actividades de promoción de la salud mental, así como programas de prevención primaria en salud general, en empresas pequeñas y medianas implica dificultades adicionales y constituye un desafío.
BIOLOGÍA DEL AMOR

Ha sido ampliamente difundido y comentado el reportaje de la Revista National Geografic de Febrero de este año en relación a un concepto que desde hace tiempo se viene comentando en las asombrosas revelaciones sobre la bioquímica del amor. Aunque suene increíble a nivel de la química cerebral, la pasión en el amor y las enfermedades mentales son indiferenciables. Pues, la etapa del enamoramiento provoca tal liberación de sustancias químicas que ocasionan de manera persistente hiperactividad, imprudencia y exaltación. Los enamorados pueden estar mucho tiempo sin descansar, hacer el amor toda la noche, conversar sin cansancio, imaginar mil cosas y prometer cosas que después son incapaces de cumplir. Se fija la persona amada y todo lo que se relaciona con ésta se vuelve imperecedero. Las moléculas del cerebro mandan señales al cuerpo que hacen sentir cosquillas en el estómago, y con una energía desmedida se toman decisiones precipitadas, volviendo a personas “centradas y cuerdas” en irreflexivas y excesivas. Con los pensamientos de sobrevaloración, aparecen importantes necesidades del otro. Más específicamente, el enamoramiento posee un perfil químico cerebral semejante al del trastorno obsesivo-compulsivo o al de las adicciones a sustancias como la cocaína.Sin embargo, también se ha descubierto, que pasados algunos meses o años, el cerebro no puede seguir manteniendo el nivel de actividad cerebral propia del enamoramiento y que la pasión se acaba y que las personas, contra su voluntad, irremediablemente recuperan la cordura. Por eso, hay que prepararse para ello. No asumir con espanto que el amor desmedido al volverse cauto se acaba, ya que la naturaleza es sabia y el cerebro es capaz de producir los neurotransmisores necesarios para las conductas y emociones básicas requeridas para las relaciones estables. Éstos actuarían promoviendo la amistad, la intimidad y la complicidad, y son los mismos que se liberan al amamantar o durante el orgasmo. Así, van surgiendo la calma, la seguridad, la confianza, los afectos profundos, los sentimientos de conexión, el acoplamiento, la capacidad para contactarse y tantos otros aspectos básicos de los vínculos a largo plazo.Pero también es cierto que en la vida, como en el cerebro, la constancia y simultaneidad es más bien rara, la presencia del estado de enamoramiento en el organismo puede ser tan prolongada como efímera, distintas de persona a persona o en distintas etapas de la vida, con resultados que pueden ser buenos como difíciles de sobrellevar en pareja. O sea, es posible sentir un profundo cariño por el cónyuge de toda la vida mientras se está locamente enamorado de otra persona, como también es absolutamente factible conjugar la fogosidad con la constancia en una sola persona.La química del cerebro nos dice que las personas que se vuelven adictas o enloquecen de amor deben buscar apaciguamiento, y el amor duradero requiere de una gran capacidad creativa, que permita al mismo tiempo conductas que activen atracción a nivel cerebral como la mantención de un apego estable. Saber combinar lo mejor del enamoramiento, sin perder la razón, con lo mejor de los afectos a largo plazo, sin aburrirse, es la clave.

Por tanto el intento de una vinculo a largo palazo es una decisión diaria que da paso a que el cerebro trabaje generando sustancias que permiten que esto se cumpla. Sin que usted lo sepa el equilibrio entre la pasión y la razón viene de su propio cerebro, pero aún así no es malo darle una pequeña ayuda.

lunes, 7 de mayo de 2007

FARMACOS Y PSICOTERAPIA

¿Es racional el uso de fármacos en los trastornos del carácter?
El uso de fármacos se basa en el supuesto de un sustrato neurobiológico en algunas de las manifestaciones de los llamados trastornos de la personalidad y de la observación de que algunos fármacos son eficaces para tratar estas manifestaciones.
Desde ese punto de vista, la aproximación neurobiológica actual implica la existencia de ciertas dimensiones que están relacionadas con los trastornos de la personalidad, y estas determinadas dimensiones son las que mejor se correlacionan con algunos mecanismos neurobiológicos conocidos. El conocimiento de estas bases neurobiológicas sin embargo es muy reciente. Históricamente se conocieron primero los fundamentos neurobiológicos de las grandes psicosis y de los trastornos del ánimo; solamente en los últimos años se ha generado conocimiento en relación a las bases neurobiológicas de los trastornos de la personalidad.
Por ejemplo la conducta agresiva esta relacionada con alteraciones de tipo neuroquímico que comprometen a una sustancia llamada serotonina. Hay bajos niveles de serotonina en el cerebro de individuos que presentan conductas agresivas e impulsivas. Esto se observó hace varios años, cuando se estudiaron algunos metabolitos de la serotonina en fluidos corporales de pacientes depresivos que eran también aquellos que tenían conductas suicidas. Parecía que alguna relación había entre serotonina y agresividad.
Desde el punto de vista biológico, cuando se analiza la dimensión impulsividad - agresión que, incluye la excesiva disposición a la acción, la irritabilidad y los mecanismos de defensa, se observa que hay relación con los llamados trastornos del ánimo y de la ansiedad. Los trastornos del carácter de tipo esquizoide y que tienen alteraciones en la dimensión cognitiva y perceptual se relacionan con la dopamina y tienen manifestaciones parecidas a la de la esquizofrenia.
La impulsividad, está claramente relacionada con el sistema serotoninérgico. Pacientes bastante impulsivos, reducen dichas conductas desde el comienzo del tratamiento. Se podría pensar que a estos pacientes les disminuye la impulsividad porque, como el medicamento es un antidepresivo, lo que mejora es la depresión, de manera que el efecto sobre la impulsividad sería indirecto. Pero en el análisis podemos separar a estos pacientes en dos grupos: los más impulsivos y los menos impulsivos, y ver cómo se comporta la impulsividad en cada uno de ellos. Vemos que el primer grupo, más impulsivo, redujo más su impulsividad al cabo de seis semanas y la depresividad se comportó de manera distinta: los pacientes menos impulsivos redujeron más la depresividad, y los más impulsivos la redujeron menos. Con este expediente, podemos concluir que, a través del fármaco, estamos actuando sobre ambas dimensiones - la impulsividad y la depresividad - pero de manera distinta y que la acción sobre la impulsividad es directa.

En conclusión, se confirma que en los trastornos de personalidad existe una alteración biológica, específicamente una disfunción de la neurotransmisión cerebral que es factible de ser corregida con fármacos lo que tampoco niega la acción de la terapia psicológica en este tipo de alteraciones y sin embargo se establece cada vez de manera más sólida en el manejo de los síntomas severos y en el control de las capacidades funcionales del paciente para corregir las conductas habituales y adherir, de manera más comprometida y adecuada, a cualquier tipo de psicoterapia que se indique..

LA ANSIEDAD

En forma cotidiana experimentamos una serie de emociones como ira, alegría, tristeza y ansiedad. Esta última está presente en nuestras vivencias diarias y desempeña un papel importante en la adaptación y defensa ante situaciones de tensión o amenaza. Existe un nivel de ansiedad que se considera normal e incluso útil, permitiendo mejorar el rendimiento y la actividad. Sin embargo, cuando la ansiedad rebasa ciertos límites, aparece un deterioro de la actividad cotidiana y sensación de menoscabo persistente. En este caso, a mayor ansiedad, habrá un menor rendimiento. Por ejemplo en el caso de un expositor ubicado frente a un público exigente, la activación de su umbral emocional puede inducirle a un mejor desempeño. Por el contrario, si la activación es excesiva, la ansiedad actuará de manera contraproducente al interferir con las actividades en forma negativa, impidiendo una buena presentación lo que da paso al punto de partida para los trastornos por ansiedad. Los procesos cerebrales subyacentes al proceso ansioso son parcialmente conocidos y la mayor parte de este conocimiento se ha obtenido mediante el estudio de las acciones de los tratamientos ansiolíticos.
Los trastornos por ansiedad afectan del 5 al 10% de la población general y tienden a incrementarse debido a los factores estresantes ambientales y a los problemas socioeconómicos. Sin embargo, la fisiopatología subyacente es sólo parcialmente conocida. La ansiedad puede afectar a cualquier persona, es más frecuente en las mujeres que en los hombres, se caracteriza por un variado cuadro de síntomas de tipo físico y aún psíquico. Llegan a producir incapacidad y a menudo se complican por el abuso de sustancias adictivas, incluso, de los propios ansiolíticos, que siendo eficaces en el control de la ansiedad, sin embargo, con frecuencia ejercen efectos colaterales que impiden su uso prolongado, lo que aunado al desarrollo de la dependencia que suele aparecer aún con el uso de dosis terapéuticas, genera la necesidad de realizar investigaciones sobre el sustrato anatómico y fisiológico de estos trastornos y a buscar alternativas en el manejo terapéutico, ya que los trastornos por ansiedad al cabo del tiempo pueden desembocar en cuadros de depresión mayor, lo que conlleva el riesgo de suicidio.
Los tratamientos farmacológicos utilizados en el control de la ansiedad son efectivos sin embargo hay que tener ciertos cuidados. En la actualidad las posibilidades terapéuticas no son sólo los fármacos ansiolíticos, sino intervenciones de tipo psicológica y social que junto con otros fármacos que por su calidad y características los hace más innocuos y sin necesidad de mantención a largo plazo. Con ello evitamos por tanto la posibilidad de adicción que por si misma va a regenerar los síntomas ansiosos en los periodos de abstinencia y que en la actualidad constituyen un problema mayor de salud pública por cuanto es motivo de múltiples dificultades en usuarios crónicos de benzodiacepinas.

ANSIEDAD SOCIAL

Dentro de las personas que sufren Trastornos de ansiedad, la “Fobia Social” es uno de los cuadros más frecuentes, como peligroso: por estar casi siempre acompañado de otro cuadro; como alcoholismo, drogadicción, depresión, agorafobia, y otros. Por ejemplo: Es frecuente que muchas personas opten por beber alcohol para enfrentar algún temor. Esto se ve con gran frecuencia entre los adolescentes. Ahora, ¿”Qué significa “padecer un Trastorno de Ansiedad”? Las personas que padecen Trastornos de Ansiedad, presentan una respuesta de angustia exagerada ante situaciones o estímulos que para otras personas serían totalmente “normales”, llevándolos a evitar el objeto o situación temida. En la “Fobia Social”, muy probablemente esta persona no acuda a reuniones por sentir que en el entorno hay una gran atención depositada sobre su persona (pudiendo ser real o no), la cual incluye sin duda todo un juzgamiento negativo sobre su actuar. Debido a esto, va a sufrir un miedo intenso que no tienen relación directa con la situación vivida.
En la los Trastornos de Ansiedad en general, inconscientemente la persona padece un fuerte temor a morir, volverse loco o perder el control de alguna manera (muchas veces esto tiene su origen en determinados acontecimientos traumáticos que la persona haya vivido, en general, de carácter súbito, y que lo haya impactado emocionalmente). Este miedo surge repentinamente y desorganiza la personalidad. Altera severamente su calidad de vida: (social, laboral, familiar y vincular en general); Provoca alteraciones y perjuicios en las capacidades propias del individuo.
En la Fobia Social la persona siente un miedo intenso a someterse a situaciones públicas, donde reciba algún tipo de evaluación (o él sienta que la recibe), o juzgamiento, por resultarle muy embarazoso... esto ocurre porque también piensa que esa situación lo llevaría indudablemente a sentirse humillado y desvalorizado por los otros. La persona teme la “mirada crítica” del otro debido a estos pensamientos, su ansiedad aumenta de forma tan significativa, por lo que llega a desarrollar angustia con todas o alguna de las manifestaciones físicas que lo acompañan, y con una duración y número de episodios, variables según cada sujeto.
Los temores más frecuente son temor a hablar en público, exámenes orales, relacionarse con extraños, Comer/Beber en público; Trabajar cuando lo observan; Ir a reuniones sociales, etc.
Todas estas situaciones estarían reflejando un denominador común, dado por: Miedo a hacer el ridículo o sentirse avergonzado; Miedo a ser evaluado por las otras personas; y Miedo a ser el centro de atención. Es importante considerar que si bien es una Patología altamente inhabilitante por el deterioro que provoca en las relaciones personales-laborales-sociales, etc., y por el grado de aislamiento que se llega a sufrir; también tenemos que decir que es posible que la persona logre una buena recuperación mediando un diagnóstico y tratamiento

Discapacidad y Minusvalía

El ser humano es un hombre común en busca de un destino extraordinario. La persona con discapacidad es un ser extraordinario, en busca de un destino común.
El perfil de cada persona, ya sea discapacitada o no, está constituido por puntos fuertes y débiles relacionados con el entorno en el que cada uno se desenvuelve, la capacidad de control emocional, el equilibrio psicológico, las habilidades sociales, la mayor o menor vulnerabilidad ante agentes generadores de ansiedad o estrés, etc.
La discapacidad no es una característica propia del sujeto, sino el resultado de su individualidad en relación con las exigencias que el medio le plantea. El tipo y grado de discapacidad que la persona padece, le impide valerse por sus propios medios de manera autónoma, viéndose obligada a buscar otras alternativas para satisfacer sus necesidades esenciales. En ese marco, es donde los profesionales de la salud deben actuar, guiando a las personas para que puedan desarrollar actividades acordes a sus características personales, capacitarse para el auto-valimiento y lograr una integración al medio social en el que están insertos, del cual intentan formar parte.
La minusvalía en tanto si es una característica de la persona y dice relación de su propia capacidad de valor hacia si misma por tanto lejos de constituir una condición es una dificultad psicopatológica en la consecución de los objetivos que se plantea por disminución en la capacidad de autonomía.
La discapacidad es, una restricción o ausencia de la capacidad de realizar una actividad en la forma o dentro del margen considerado normal para el ser humano. Puede ser temporal o permanente, reversible o irreversible. La minusvalía es la percepción desventajosa en que encuentra o se considera una persona determinada, como consecuencia de una deficiencia o discapacidad que limita o impide el cumplimiento de una función que es normal para esa persona.
Es por ello que ante la discapacidad física y psíquica debemos actuar todos y ser partícipes de la una adaptación a la capacidad. Ya sea por una condición física y aún más por una diferencia mental es que tenemos que actuar como agentes facilitadotes y evitar el aislamiento y la marginación. La deficiencia de una persona produce discapacidad, y la interrelación entre ésta, las características individuales de la persona y los condicionantes del entorno pueden dar lugar o no, a una minusvalía. Las personas con discapacidad son personas íntegras con imitaciones en su desarrollo físico y/o psíquico, que luchan por encontrar su lugar en el mundo y mejorar su calidad de vida a través de experiencias reales y vivencias cotidianas. La discapacidad no es una característica propia del sujeto, sino el resultado de su individualidad en relación con las exigencias que el medio le plantea.
En la dimensión psíquica y emocional del discapacitado se pone de manifiesto un aspecto relevante: la presencia de conductas desafiantes, destructivas y autoagresivas, muchas veces relacionadas con su imposibilidad de comunicarse y expresar sus sentimientos. Esta particularidad supone un reto significativo a las instituciones, servicios y profesionales a cargo, ya que es un elemento que obstaculiza y dificulta el logro de los objetivos que cada uno se propone alcanzar.

Presión de grupo y consumo de drogas

Un elemento relevante en todas las investigaciones en el inicio del consumo de drogas, es la presión ejercida por el grupo de pares. Para el adolescente, el grupo de amigos y amigas se convierte en un aspecto fundamental. El adolescente es especialmente vulnerable ante la presión del grupo de pares pues necesita sentirse partícipe de él, compartir los rasgos que lo definen, tener un papel que desempeñar en el mismo, sentirse valorado por los amigos, etc.
Algunas veces la presión del grupo puede ser negativa o perjudicial. Es el caso, por ejemplo, de la presión para hacer cosas perjudiciales o poco inteligentes, como beber alcohol, fumar, violar la ley o destrozar cosas. El actuar así supone ser aceptado por los miembros del grupo y ganarse el aprecio de sus amigos. El no hacerlo puede entrañar el riesgo de ser expulsado del grupo. Son muchas las estrategias que utilizamos las personas para intentar convencer a otros de que hagan lo que deseamos
Sin embargo, no siempre nos intentan persuadir para hacer algo malo; a veces los otros pueden tener razón, por lo que la forma adecuada de responder a la persuasión no es negarse sistemáticamente a hacer lo que nos piden. El adolescente debe aprender cuándo es conveniente que se resista a la presión de sus iguales y cuándo no es necesario. Por ello los pasos para responder a los intentos persuasivos son Primero: Escuchar lo que la otra persona nos dice. Segundo: Comparar lo que deseamos hacer nosotros con lo que quiere la otra persona. Tercero: Decidir por nosotros mismos lo que debemos hacer y Cuarto: Comunicar enérgicamente nuestra decisión.
Si decidimos no hacer lo que nos piden debemos rechazar la propuesta de forma clara y sencilla. Para ello, es importante poseer la habilidad para decir “no” e imponer límites a las actuaciones de los demás si es necesario.
Según se ha demostrado, aprender a decir NO es parte de un proceso a través del cual adolescentes y jóvenes pueden resistirse a la presión negativa de los compañeros. Y eso se puede aprender. Cuando vayamos a decir que NO a alguien, debemos ser capaces de defender nuestros propios derechos al mismo tiempo que respetar que los demás puedan tener opiniones distintas de las nuestras. Para aprender a decir NO es necesario aprender primero a comportarse asertivamente.
La asertividad es un comportamiento verbal (lo que se dice) y no verbal (como se dice), en el que se defiende nuestros derecho personal al mismo tiempo que se respetan los derechos de los demás. Así, una persona se comporta asertivamente cuando Primero: Conoce cuáles son sus derechos e intereses personales. Segundo: Los defiende mediante habilidades conductuales. Estas habilidades le permiten ser objetivo y respetuoso consigo mismo y con los demás.

PIENSA LO QUE PIENSAS

Los animales en general tienen distintas capacidades que podríamos llamar inteligentes. Algunos inclusos la capacidad de pensar acerca de los que pasa. Pero sólo los seres humanos tenemos la capacidad de evaluar lo que pensamos y por tanto responder conductualmente frente a ello. Es decir no sólo pensamos acerca de lo que nos sucede sino también podemos pensar acerca de lo que pensamos
La mayoría de la gente desea ser feliz. Queremos sentirnos bien, evitando el dolor y consiguiendo lo que nos prometemos. Para muchos, sin embargo, la felicidad parece ser un evasivo sueño. ¡De hecho, parece que nos sentimos mejor molestándonos a nosotros mismos y derrotándonos antes de tiempo. En lugar de sentirnos bien, estamos normalmente preocupados, sintiéndonos culpables y volviéndonos depresivos. Nos venimos a abajo y nos sentimos tristes, heridos y nos compadecemos. Nos volvemos celosos, irascibles, hostiles y amargados o sufriendo estrés y pánico.
En la cumbre de los malos sentimientos, incluso actuamos de forma autodestructiva. Muchos esfuerzos hacemos para ser perfectos en todas las cosas, aún así mantenemos relaciones ruinosas. Otros se preocupan de la desaprobación y dejan que las demás personas los utilicen a su antojo. Otros juegan compulsivamente, fuman y gastan en exceso - o abusan de alcohol, drogas, comida. Incluso algunos intentan acabar con todo suicidándose.
Lo extraño de todo esto es que todo este dolor se puede evitar. No tenemos porqué hacérnoslo a nosotros mismos. Los humanos podemos, créalo o no, aprender a elegir como nos sentimos y actuamos.
"La gente se perturba no por las cosas, sino por la visión que tiene de ellas". Vieja sentencia, procedente del filósofo del siglo I Epicteto - pero que se puede aplicar en la actualidad, también.
No sigamos engañándonos. Los hechos y las circunstancias no causan nuestras reacciones. Provienen de cómo nosotros interpretamos las cosas que ocurren y de lo que pensamos de nuestras emociones y pensamientos. De forma resumida, los pensamientos causan nuestros sentimientos y conductas. O, de forma más precisa, los hechos y circunstancias sirven de disparadores de los pensamientos, los cuales crean nuestras reacciones. Estos tres procesos se interrelacionan.
El pasado es significativo. Pero solamente en la medida en que te ha proporcionado las actitudes y creencias actuales. Los hechos externos (tanto en el pasado, presente o futuro) no pueden influir en la forma que sientes o te comportas hasta que no seas consciente de ellos y empieces a pensar sobre los mismos. Si algo es causa de sufrimiento o congoja es por que estamos pensando en ello. Y los seres humanos como podemos pensar sobre cualquier cosa también podemos aprender dejar de hacerlo.
Para temer algo (o reaccionar de cualquier otra forma), has tenido que pensar sobre ello. La causa no es el hecho en sí, es lo que tú te dices respecto al hecho. La clave esta en elegir, conciente e inteligentemente que decirse.

SUICIDABILIDAD

De la perspectiva de salud mental los actos suicidas no son raros. El suicidio constituye aproximadamente 10% de las muertes entre pacientes psiquiátricos, y los intentos mucho más comunes que las muertes. A pesar del progreso en la definición de factores predictivos, existe limitado conocimiento en el que basar las políticas de salud respecto de su prevención.
Algunos suicidios ocurren inesperadamente; muchos pueden predecirse, sin embargo parecen ser virtualmente no prevenibles. La mayoría es un resultado final de una enfermedad psiquiátrica, particularmente del ánimo, o de un trastorno de personalidad o del alcoholismo. Sólo una minoría de los suicidios es producto de eventos estresantes negativos en una persona, por otra parte, emocionalmente saludable. En todos los casos, el periodo de riesgo es limitado en el tiempo y por tanto es potencialmente evitable. Sin embargo a pesar de los avances de la salud mental el suicidio sigue viéndose más como producto de la sociedad contemporánea, como un asunto vergonzoso, un fracaso de la responsabilidad personal, de la cohesión familiar, o los sistemas sociales. Este estigma a menudo complica su investigación y su intervención, puesto que difícilmente todos los casos son reportados.
Durante siglos, el suicidio no fue considerado un acto psicopatológico, pero típicamente fue condenado por religiones y estados como un pecado o un crimen hasta muy recientes tiempos. No obstante, la asociación de suicidio con enfermedad mental se ha reconocido durante muchos siglos. Muestras de investigación refieren hasta un 90% de suicidios relacionados con enfermedad psiquiátrica o consumo y abuso de sustancias, o ambos, y aproximadamente 60% es asociado con un trastorno del ánimo. La asociación fuerte de suicidio con enfermedad psiquiátrica no sólo es cuantitativamente muy importante, pero también puede animar potencialmente a llegar a tiempo para salvar la situación por medio de profesionales entrenados. Los factores de riesgo incluyen sexo masculino (las mujeres tienen proporciones más altas de intentos, y éstos tienden a ser menos violento que en hombres); la edad (alrededor de los 60 a 65 años y entre 15-24 años); el acceso a una arma de fuego; primavera u otoño; y amenazas a la seguridad financiera o pérdida de reputación.
El suicidio es un desafío psiquiátrico y médico llevando que puede caracterizarse justamente como epidemia y una emergencia de salud pública internacional. Es la Octava causa de muerte en los Estados Unidos, y es la tercera causa para población joven entre los 15 y los 24 años-24. Muertes debido al suicidio exceden de 1 millón anualmente a nivel mundial; este número sería muy mayor si no es por el bajo porcentaje de registro asociado al estigma y por lejos excede el número de homicidios
Los factores biológicos son implícitos por evidencia de predisposición genética al suicidio. No obstante, la conclusión habitual tiene que ver con la relación entre estos y los factores psicosociales.
La valoración de riesgo del suicidio es un componente esencial a reconocer el problema y formular intervenciones apropiadas. La valoración de efectos del tratamiento en la conducta suicida y en exceso mortalidad general asociada con enfermedades psiquiátricas es sumamente desafiante porque los resultados son, por definición, poco valorados, y requiere observaciones prolongadas en números grandes de casos en que son manejados ética y clínicamente de manera apropiada con intervenciones empáticas y tratamiento biológicos.