domingo, 4 de abril de 2010

TERROR Y ESTRES POSTRAUMA

Estamos expuestos al terror. Los Cataclismos nos recuerdan en cualquier momento y lugar lo que proyectamos y deseamos para nosotros y los demás puede desaparecer. Los atentados nos ponen en el blanco de la actividad de grupos violentistas que ni siquiera conocemos, ni entendemos. Para muchos nada vuelve a ser lo mismo y se experimentan los llamados signos del estrés agudo. Si estos fenómenos se mantienen en el tiempo pueden constituirse en lo que conocemos como trastorno por estrés postraumático (PTSD). La característica del trauma es la conmoción que nos inunda y nos detiene perplejos ante la exposición a situaciones semejantes El estrés es la reacción adaptativa que produce una serie de repuestas en las cuales los estresores actúan. En relación a la exposición a situaciones difíciles es un estresor experimentar, ser testigo o vivenciar hechos que implican un riesgo para si u otros. Esto es lo que también le da parte de sus complicaciones. El factor estresante físico o mental casi siempre es excepcional. Un ataque violento, guerra, catástrofe, atentado, violación, asalto, secuestro etc. En el trastorno por estrés postraumático se origina tras haber sufrido u observado un acontecimiento altamente traumático en el que está en juego la vida de las personas. Las imágenes de la situación traumática vuelven a reexperimentarse una y otra vez, en contra de la propia voluntad, a pesar del paso del tiempo, imaginándolo con todo lujo de detalles, acompañado de intensas reacciones de ansiedad (preocupación, miedo intenso, falta de control, alta activación fisiológica, evitación de situaciones relacionadas, etc.). Se desarrollan muchos pensamientos relacionados con el acontecimiento traumático y con sus consecuencias. Se da rienda suelta a pensamientos anticipatorios, que generan más ansiedad e inseguridad. El mundo se percibe como altamente peligroso. Se suele perder la sensación de control sobre la seguridad propia. Se recuerdan muchos detalles de la situación, o las sensaciones vividas en los momentos del suceso, con gran viveza, con gran intensidad, y con una alta frecuencia. Esas sensaciones visuales, auditivas, táctiles quedan profundamente grabadas en la memoria y poseen una alta relevancia entre cualquier otro recuerdo. Las imágenes y las sensaciones pueden volverse intrusivas (acuden una y otra vez a la mente, produciendo malestar), especialmente si se pretende evitarlas. Cuando queremos evitar un pensamiento aumenta la frecuencia de ese pensamiento no deseado. Tras el trauma (atentado, violación, asalto, secuestro, accidente, etc.) el pensamiento, el diálogo interno del individuo, no sólo provoca más ansiedad, sino que tiende a generar sentimientos de culpa, por aquello que se hizo, por lo que no se hizo, porque no se estuvo a las circunstancias, por haberse salvado, por toda una serie de motivos poco realistas, bastante irracionales, y de excesiva autoexigencia. Sin embargo, es frecuente que las personas que están experimentando estrés agudo, y después estrés postraumático, no puedan y no quieran expresar sus emociones. Algunas, tienen también dificultades para experimentar estas emociones, que dicen deberían estar experimentando como las personas de su alrededor. Las víctimas necesitan apoyo, necesitan que vuelva a fluir la comunicación, que hablen sus pensamientos, imágenes, emociones, etc., necesitan reelaborar todo ese material. En la medida en que se lleve a cabo bien o mal esta reelaboración, así será la gravedad de los síntomas después del trauma, los síntomas residuales del estrés postraumático. Muchas técnicas y estrategias, a menudo de enfoques teóricos contrapuestos, se han utilizado y siguen siendo utilizadas en su abordaje terapéutico. De forma aislada ninguna puede ser etiquetada como superior al resto en cuanto a su efectividad para todo tipo de pacientes o bajo todo tipo de circunstancias. Parece evidente que la elección de una técnica sobre otra dependerá en buena medida de la propia formación teórica y práctica del profesional de la salud mental. En todo caso, y reconociendo la multidimensionalidad y complejidad del trastorno, parece aconsejable en la mayoría de las ocasiones optar por un enfoque ecléctico, adaptable a las circunstancias del paciente en la medida de lo posible. Lo importante es que los efectos residuales y los elementos anormales a largo plazo de una exposición a una situación estresante sean adecuadamente intervenidos y compensados para una mejor salud mental de quien lo padece.